Capítulo 1:
El Pionero
Todo empezó a finales de 1805, en el departamento francés de Ourthe, que corresponde aproximadamente al territorio de la actual Valonia (una de las 3 regiones de Bélgica).
Refinar zinc, ¡qué idea!
El gran líder en ese momento fue Napoleón I.
El pionero de la industria del zinc se llama Jean-Jacques Daniel Dony. Un abad de Lieja, que entre dos sermones, se le ocurrió refinar el zinc. Porque el abad es también un excelente químico.
Para poner en práctica sus nuevas teorías, quería operar una mina muy cerca de la frontera con Prusia, rica en minerales de zinc y plomo. Por lo tanto, le pidió a Napoleón una concesión. Y la obtiene, por decreto imperial en marzo de 1806, con la condición de que pueda "reducir el zinc de la calamina, de la que se extrae, al estado metálico en un horno industrial".
La mina se llama Altenberg, que en francés significa Vieille Montagne. Entre 1808 y 1810, experimentó con su ingenioso proceso en su fábrica de Lieja.
Y funcionó. Sacó sus primeros lingotes de zinc, que hizo fabricar en planchas en un laminador en Givet, e inmediatamente presentó una patente. En 1809, le escribió a Napoleón para decirle que ¡había ganado su apuesta!
¿Placas de zinc para qué?
Jean-Jacques Daniel Dony, muy satisfecho con su logro técnico e industrial, no preveía ningún uso duradero para sus placas de zinc. Un artesano le hizo una bañera que el abad se apresuró a ofrecer a Napoleón para mostrarle la maleabilidad del zinc.
Para información: el contenedor de doble fondo estaba conectado a una estufa de leña que permitía que el agua caliente circulara entre las dos paredes. ¡Dos valientes soldados de infantería la transportaron durante la campaña rusa para que el Emperador pudiera tomar un baño caliente todas las noches!
Esta bañera, devuelta de este largo viaje por tierras valonas, será comprada unas décadas más tarde por la empresa Vieille Montagne (*)
(*) Esta famosa bañera fue propiedad de la empresa hasta 1989 antes de ser vendida al Musée de la Métallurgie de Liège (en proceso de reestructuración).
Allá por 1811. Con el apoyo del abad, un instalador con la idea de inspirarse en las técnicas de ensamblaje de las cubiertas de plomo crear la primera cubierta de zinc laminado del mundo en la iglesia de St Barthélémy en Lieja luego, un año después, en la Catedral de St Paul. Hemos conservado el presupuesto del instalador enviado a la Fabrique d’Eglises, donde describe los argumentos a favor de este nuevo material.
Si el zinc ha encontrado su camino, Jean-Jacques Daniel Dony no será recompensado por ello. Muy endeudado, tuvo que vender su fábrica y patente en 1813 a un rico comerciante de Bruselas, François-Dominique Mosselman.
El abad-químico morirá en la mayor miseria seis años después.
Sieur Mosselman, un destacado hombre de negocios, ya tenía muchas actividades en París. La historia de la Vieille Montagne se traslada a la ciudad de la luz y adquirirá una dimensión completamente nueva...